Algún día tengo que contar la historia de Jacques Martitain y Raissa Oumensoff, dos escritores y filósofos del siglo XIX, famosos "libertinos" de la época hasta que se conocieron, y que en una decisión mutua, decidieron practicar la castidad absoluta dentro y fuera de su matrimonio, algo que, por muy raro que me suene, que me suena, y siempre que sea una decisión compartida por los dos, no deja de ser otra forma de vivir la sexualidad y el amor.
Y es que hay necesidades fisiológicas a la que los simples mortales como yo, dados al vicio desde la más tierna adolescencia, iba a resultarnos algo difícil no practicarlas de vez en cuando.
Supongo que aquí, como en todas las partes, puede valer la regla de "órgano que no se usa se atrofia" y que "cuanto menos hace uno menos quiere hacer", pero digo yo que querer desentenderse de unas necesidades que te pide el propio cuerpo no puede ser bueno y lo que es peor, hasta puede acarrear algún disgusto
Wednesday, November 22, 2006
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